La esquina de un mundo engañoso
me tiene acorralado, enyomismado.
La caoticidad que me rodea
me desconstituye,
me absorbe en un grito estremecedor
que me asusta y me completa.
Abandonado al todo y a la nada,
de mi opresión en el pecho,
me entrego a mi propia mentira
e ilusión,
que me tiene solo, suyo, anulado del resto;
de lo que fue.
Mi cuerpo resta aquí,
queriéndose deshacer,
y mi mente vuela, se va, y muere.
La insignificancia de un momento que termina
es la negación de su propia existencia.
dimarts, 9 de febrer del 2010
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