Tiene pinta de mujer.
Está sentada en un banco, en la postura del indio,
y juega a escribir su nombre con el dedo en sus botas negras de ante.
Está oscuro, la calle iluminada por los coches intermitentes
y las farolas más viejas del mundo,
las que han iluminado siempre esa calle.
Se para un coche rojo,
ella sube y no dice nada y se pone el cinturón.
En su cabeza sólo esa canción que lleva tarareando todo el día,
y casi no se da cuenta de que el coche avanza.
Las luces del túnel le acarician las mejillas,
y a cada curva se inclina exageradamente hacia los lados,y se aguanta con las manos al asiento, como si fuera a caer.
Ya ha perdido sus pintas de mujer.
Las ha dejado en el banco, para encontrarlas la noche siguiente,
Y el coche acelera en silencio, mientras las luces del túnel le siguen abofeteando las mejillas.
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